viernes, 11 de noviembre de 2016

SALMOS DE INSTRUCCIÓN, compuestos por los componentes de Diario de oración

  Salmo 1


Maravilloso Padre,
No es el miedo, no es el temor, no son sentimientos de angustia los que me hacen acudir a Ti;
No es la rutina, no es la obligación, no es la necesidad de tranquilizar mi conciencia lo que me hace acudir a Ti;
Hubo un tiempo cuando el miedo al castigo, el temor de no ofenderte, la angustia de mi confusión, después la rutina, la obligación o la necesidad de tranquilizar mi conciencia me hacían buscarte en oración. Y Tú no me rechazaste.
Pero hoy ya no es esto.
Hoy vengo ante Ti porque cuando veo todo lo que Jesús hizo por mí, no puedo más que estar consternado, maravillado, agradecido por tu amor eterno, sorprendente y transformador.
Vengo a Ti porque soy consciente de que sin Ti nada bueno puedo hacer.
Vengo a Ti porque soy consciente de que necesito tener Tu perspectiva sobre circunstancias y personas en este mundo tan absurdo y oscuro. 
Vengo a Ti porque sólo así puedo ser “más yo” que cuando no acudo a Ti.
Vengo a Ti porque Jesús es el Hijo de Dios que se entregó por completo por nosotros.
Vengo a Ti porque pertenezco a Ti.
Vengo a ti.


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Salmo 2

Bienaventuradas las personas maleables en su trato con sus prójimos y fieles en sus convicciones.
Bienaventurados aquellos que aceptan ir una segunda milla en su disposición de servicio.
Bienaventuradas las personas que están dispuestas a cambiar  sus ideas, sus teorías, sus hábitos y sus prácticas cuando perciben que sus conciencias vibran al toque suave del Espíritu Santo.
Sin lugar a dudas ellas crecerán como una planta que recibe sus medidas perfectas de oxígeno, agua, nutrientes y sol.
Nada podrá impedir su desarrollo en todos los ámbitos de la vida ni su crecimiento espiritual.
Ellas buscan soluciones cuando ven problemas, mostrarán compasión cuando ven sufrimiento, percibirán los problemas como oportunidad para crecer y serán llamados hijas e hijos del Altísimo.

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Salmo 3

Feliz el que confía en el Señor aun cuando las decisiones que ha tomado no gustan a todos.
Feliz el que, a pesar de la presión y de las amenazas, se deja guiado por los principios de Tu reino, oh Dios.
Feliz el que no pierde la esperanza en que algún día Tú obrarás y desatarás los nudos complicados que el pecado ha generado.
Feliz el que cree en Ti a pesar de las circunstancias y confía en Tu actuar, Padre.
Feliz el que ve incluso en los que se le oponen hermanas y hermanos, hijos del mismo Padre celestial.
Feliz el que ante la angustia acude con desesperación a Ti, sin saber lo que va a ocurrir. 
Feliz el que confía en Ti porque siempre, siempre, siempre será amparado por tu infinita misericordia y será bendecido con respuestas que estimularán tanto su propio crecimiento espiritual como el de las personas involucradas en problemas.

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Salmo 4

Oh, Señor, ayúdame a discernir entre el bien y el mal. Dame la sensibilidad de distinguir entre la cizaña y el trigo. Que no me ciegue la ingenuidad.
Pero también, Dios mío, no permitas que mis ojos envejezcan de escepticismo. Aparta de mis labios palabras de cinismo. 
Que mi armadura no sea el frío acero del descreimiento.
Otórgame la sabiduría que me proteja del engaño. 
Hazme misericordioso, pero no cándido; amable, pero no débil.
Y sobretodo, aparta de mí la alegría de ver que los que usan artimañas caen en el foso. Me aterroriza descubrir que mi boca sonríe ante el espectáculo del embustero que come el polvo. 
Esa mueca sería signo de que yo no te conozco.
Que mis ojos jamás se jacten del mal ajeno. 
Me horrorizaría descubrir esa mirada en el espejo.
Crea en mí un corazón capaz de enfrentar el desengaño y aún así mantenerse rosado, húmedo y blando. Que se enternezca sin ser frágil. Que mi fortaleza sea mi capacidad de amar, y que mi manera de amar vaya acompañada de dignidad, no de sumisión.
Entre la máscara del cinismo y la vulnerabilidad de la  mojigatería debe existir el camino que una mente y corazón. Muéstrame ese camino. Guía mis pasos.
Ayúdame a entender que todos somos cizaña y trigo, y que la única diferencia la pones tú cuando permitimos ser tocados por tu gracia. Que mi alma se conmueva por que esa gracia alcance a los que aún no se acogen a ella. 
Y mientras eso no ocurre, que mi firmeza venga solo de ti y constituya el punto de equilibrio, no la piedra de tropiezo.



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PRÓXIMO TEMA DE SALMOS, 
para el viernes 18 de noviembre, 
(a partir de los Salmos 19 y 119)

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